viernes, 1 de noviembre de 2013

Mi día a día

Namaskara,

Vuelvo, al fin, a seguir relatando cómo va mi estadía, aquí, en la India. Ahora ya casi han pasado tres meses, lo que quiere decir que ya me queda tan solo la mitad para volver. ¡Cómo ha pasado el tiempo! En este período ya me he establecido y ajustado a mi vida en este nuevo entorno, así que comenzaré contándoles como es mi rutina, de esta manera sabrán como transcurren mis días entre el proyecto, mis horas libres, mi nueva familia e incluso, vacaciones. En definitiva, hablaré un poco sobre cómo es mi independencia y libertad aquí.

Empezando con mi proyecto. De lunes a sábado paso varias horas en una pequeña escuelita, que huele a incienso, flores y a comida regada por el piso. Divido mis horas de trabajo entre los salones de clases aprendiendo kannada de los niños y enseñándoles inglés y entre el patio de la escuela, donde jugamos, reímos, comemos y donde cada mañana los niños cantan el himno y rezan antes de empezar las clases. Este momento, en el que los niños rezan y cantan es cuando comienza el día. A las 9:30 am comenzamos a llegar los voluntarios, profesores y niños.

La mañana en la escuela Vagdevi Higher Primary School.

Previo a esto, yo salgo de mi casa a las 9:00 am, con mi maleta lista y el almuerzo que me manda mi amma, y que también es lo que desayuno, bien guardado. De mi casa a mi escuela hago tranquilamente treinta minutos caminando; todos los días me acompaña el intenso sol, los vehículos, que parecen juguetes gigantes, pues hasta ahora no entiendo cómo pueden manejar a tal velocidad, frenar justo en el momento adecuado (o en el último momento) y cómo es que los conductores están pitando tan constantemente. Parecería que un niño invisible y gigante los estuviera manejando con sus dos manos y haciendo el sonido del tráfico con su voz. Lo más gracioso es que ahora yo también formo parte de ese juego, ya que aunque no pueda pitar ni ir a grandes velocidades, yo también los esquivo como ellos a mí y voy caminando junto, entre y, con más suerte, al lado de ellos. Las cabras, vacas, niños descalzos corriendo y hombres en sus bicicletas o rikshaws fumando bidis (tabaco muy barato en la India) se unen a esta composición. A poco menos de un par de cuadras para llegar a mi proyecto, siempre me detengo a saludar con mi frutero y, por supuesto, a comprar un poco de fruta. Esta tarea no es tan fácil, porque aquí los nombres están cambiados; si quiero mandarinas debo decir naranjas, si quiero naranjas debo decir manzana verde y si quiero plátanos...debo decir plátanos.

Al llegar a mi escuela lo primero que veo y escucho es a mis niños agitando sus manos en forma de saludo y diciendo "Good morning, miss!". Minutos antes de las diez, nos dirigimos todos al patio, donde cada día no puedo creer cómo es que los niños pueden estar tan organizados y portándose bien por tantos minutos. Asimismo, cada día la respuesta es muy fácil también: la India es un país, en el que el rezar a un dios, cantarle, agradecerle o celebrarle es muy importante y común. Desde pequeños están acostumbrados todos los ciudadanos a un sin fin de funciones, a varios momentos de dedicarle un tiempo a su respectivo dios y a hacer todo esto con paciencia. Así que el ver cada mañana a los niños formados, en sus uniformes blancos o azules, con la mano derecha extendida al frente, con los ojos cerrados y cantando...no tiene precio. Siempre trato de sacarle alguna sonrisa a los más pequeños, pero solo lo logré una vez, porque están tan concentrados que lo único que consigo es hacer muecas al aire. Mientras los pequeños están cantando, los más grandes llevan el ritmo tocando los tambores, con tanta habilidad, que después de escucharlos es fácil entender por qué la música de sus fiestas es tan animada.



A las 10:00 am comienzan las clases. Ahí me encuentro en los salones revisando los textos de inglés con los niños, que no es nada fácil. Gracias al hecho de estar en una primaria he podido observar el método de enseñanza desde los grados de los más pequeñitos y este método se basa tan solo en la repetición. Mis niños de tercer y cuarto grado no pueden leer en inglés como se esperaría, pues con el método de la repetición, solo pueden deletrear. Si escribo "dog" en la pizarra, la mayoría lo escribe diciendo "d, o, g". Es por esto que en las pruebas, muchos niños se me acercan a pedirme que por favor les lea las preguntas. Este mismo método llega hasta los deberes. Al realizar algún ejercicio en clase, el profesor escribe las respuestas en la pizarra y los estudiantes las copian y el deber es repetir esto una o dos veces. ¿Cómo razonas con ellos? ¿Cómo les enseñas a pensar y no limitarse a copiar? Sin duda, seis meses es muy poco. Los vacíos de conocimientos básicos son muy grandes y es difícil direccionar las clases. Hay niños que demuestran una gran inteligencia, coincide que todos ellos son los más revoltosos, captan tan rápido todo que su concentración se desvía en seguida, así que en lugar de encaminar la clase, la desencaminan. Aún así, es muy interesante ver las características que los hacen igual de capaces y listos a su manera. Están los dibujantes, los chistosos, los líderes, los tímidos, las que desde tan pequeñas son ya madres completas, los ayudadores, los molestosos, los que se imponen a todo, los callados y los sonrientes. Tantas personalidades y diferentes rasgos, sin embargo, todos ellos comparten la misma gigantesca curiosidad, la misma gigantesca curiosidad que se va perdiendo en la mayoría a medida se crece. ¿Cómo sería si en las escuelas se diera prioridad el enseñar a conservar esta fuente de preguntas y no a tratar de enseñar el mayor número de respuestas?



Siguiendo con mi día, a las 12:40 pm tenemos la pausa de almuerzo. Todos los niños sacan su comida y se sientan en el patio, los más grandes ayudan a los más pequeños y a la final todos hacen fila para lavarse las manos y también toda las moscas hacen fila para irse a posar en la comida regada. Los profesores y voluntarios comemos en la sala de profesores compartiendo la botella de agua y viendo qué clase de comida tiene cada uno. Después de comer, leemos un poco o salimos a caminar por los alrededores hasta que sea hora de comenzar de nuevo.

A las 13: 30 comienzan las clases de nuevo hasta las 16:00. En las horas de la tarde no suelo dar clases, hago que los niños dibujen, o hacemos competencias, cantamos canciones, hacemos trucos de magia o también, cuando estoy con los más grandes, les doy el tiempo para que hagan sus deberes y les ayudo con lo que pueda.

Cuando finalizan las clases, los padres de los niños vienen a ver a los más chiquitos, en sus motos, rikshaws o bicicletas. Los ponen en el asiento de atrás y se van pedaleando, quién sabe hasta dónde, no importa el sol o la lluvia, durante el monzón. Al regresar a mi casa, algunos niños me pasan en el camino en sus bicicletas, siempre deteniéndose para despedirse.

Para entrar a mi barrio hay que cruzar las rieles del tren, justo alrededor de las 16:30 éste pasa, por lo que tenemos que esperar juntos vehículos y personas. Cuando el tren pasa nos sopla un aire caliente y por un momento lo único que ves, oyes y sientes es el tren. Al alzarse los impedimentos para poder cruzar, todos los vehículos prenden los motores y se pelean por ser el primero en cruzar. Todos los niños de mi escuela que viven ahí esperan al igual que yo y que todos y al pasar se van despidiendo nuevamente, pedaleando, caminando, corriendo, con las corbatas en las manos, las medias bajadas, los pantalones sucios y en sus caras están sus dientes blancos blancos siempre a la vista en su sonrisa.